Leyendas Leyenda de Santa Plácida


Leyenda de Santa Plácida
Leyenda de Santa Plácida
Leyenda de Santa Plácida

Descripción


En esta Comarca existen tres santos que disfrutan de gran veneración por conservarse sus restos enteros o incorruptos: San Fidel de Carril, San Justo de Bemil y Santa Plácida de Rubiáns.

La realidad del estado en que se encuentran estos cuerpos no se debe a que hayan sido momificados o estén sus cuerpos incorruptos, la verdad es que se debe a una moda que se extendió por toda la cristiandad; cuando se descubrieron las catacumbas de Roma, se recogían los huesos de los santos y se cubrían con piel o con cera para darles más realismo, y de esta manera inspirar más piedad a sus devotos.

Tal llegó a ser la importancia de este hecho que en Roma existían talleres especializados en estas labores. Las catacumbas y todo lo que ellas contenían eran y son propiedad del Vaticano, así que en ciertas ocasiones en que los Papas se encontraban en deuda con alguna persona podían regalar estas reliquias.

Acto seguido, el nuevo dueño acudía con ellas a alguno de los maestros del taller quien conseguía, mediante distintas técnicas, volver a dar aspecto humano a aquellos huesos inertes, caracterizando a los distintos santos según sus características más sagradas como rezaba la tradición.

De esta manera, San Fidel aparecía vestido de guerrero, San Justo es un niño y Santa Plácida una doncella que lleva la palma del martirio. Las figuras eran guardadas en urnas de cristal y después eran expuestas al público en Iglesias o Capillas para su veneración. Esta práctica se mantuvo en Occidente hasta bien entrado el siglo XIX, repartiéndose, de esta forma, cientos de santos por toda Europa.

Éste fue el proceso de llegada de Santa Plácida. Más concretamente, sus huesos fueron exhumados de la Catacumba romana de Santa Inés, hacia el año 1804. Tras acomodarlos en una figura de pasta, viajan de Roma hasta Cádiz y desde allí, en 1805 son enviados a Rubiáns por Don Bieito Quintana.

Esta es la verdadera historia de Santa Plácida, sin embargo, el fervor y la imaginación popular en algunas ocasiones enriquecen las historias para recrear las leyendas, en el caso de Santa Plácida la leyenda popular dice así: "Plácida era una muchacha que vivía por la zona.

Un día que estaba hilando en la rueca a la puerta de su casa, pasó por allí un forastero que se enamoró de ella. El caballero le pidió que se fuera con él, pero la chica se negó. Entonces, el hombre la raptó, la llevó al monte e intentó forzarla. La moza se resistió y él la mató, nervioso por su crimen, tapó el cuerpo con unas ramas e intentó olvidar su delito.

Justo al pasar un año del crimen, cruzó por el lugar un carretero y sus bueyes se pararon, negándose a seguir andando. Por más que el carretero les picaba con la aguijada, no conseguía que se movieran, por lo que el carretero desconfió y sospechó que algo extraño pasaba en aquel sitio.

Empezó a buscar por los alrededores y cual fue su asombro al encontrar a la muchacha muerta, con su cuerpo incorrupto. La noticia corrió rápidamente por todo el lugar y hasta allí se acercó el obispo que decidió construir en ese mismo sitio una capilla, en la que hasta hoy en día se encuentran los restos de la Santa.

Del caballero autor del crimen se dice que su alma está condenada a vagar por este mundo y que todos los años por la fiesta de Santa Plácida se acerca hasta la capilla para implorar el perdón de la Santa y ésta le contesta: "Marcha de aí, cabaleiro, que de min fixeches talleiro"(Marchad de ahí caballero, que de mí hiciste talleiro")

Esta leyenda es en realidad una copia adaptada de la Leyenda portuguesa de Santa Irene. También con Santa Plácida se repite un hecho, según cuenta la tradición popular, que ocurre con algunos otros Santos momificados a los cuales les crecen el pelo, las uñas,...

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